La necesidad de incorporar bienes culturales y su promoción en el quehacer habitual parece reservarse a sectores privilegiados en capacidad de adquisición, conocimientos y tiempo para ello. Se olvida que es un derecho humano y que deben buscarse los caminos para que Estado y promotores culturales coadyuven en ello. Nadie duda de la importancia del Museo Carrillo Gil, pero el programa “Tlacuilo” es una prueba más de que las opciones están a la mano, sólo falta aprovecharlas.